Lavda Wad-Ras y Lavda Brians. Toni Mira & Nats Nus Dansa

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Los proyectos Lavda Wad-Ras y Lavda Brians son una iniciativa de la asociación cultural Finmantum, una plataforma artística y social con una trayectoria desde 2007 en proyectos de cine, sonido y fotografía en centros penitenciarios de jóvenes y prisiones.

 

Los objetivos de la asociación pasan por la idea de que “el arte, en general, y las artes visuales y sonoras, en nuestro caso, han de experimentarse, arriesgarse en el espacio social, en la sociedad, han de ayudarnos a reconstruir el relato individual y colectivo”. La asociación propone un proyecto donde la transversalidad del arte es central, el arte o las artes entendidas no como producto cultural, sino como pràctica e instrumento de intervención social: “El arte no debería ser considerado un fenómeno atado a un tipo privilegiado de producción cultural considerado de alta cultura y debería poderse pensar como un conjunto de producciones culturales, de significados de cualquier individuo o grupo”. Así, la asociación “entiende la creación artística en contextos de exclusión social como herramienta para el diálogo intercultural y la cohesión y quiere poder acercar otra «cultura» a un público no especializado”.

La Fundación La Caixa convocó un proyecto creativo y social que involucrara a una entidad social con un artista, proyecto al que se incorporó Nats Nus Dansa. A lo largo de los últimos años, el proyecto de talleres de danza con internos/as de Can Brians y Wad-Ras ha dado sus frutos en forma de Laboratorios de Video danza y performances en vivo, con varias piezas audiovisuales, como por ejemplo Frontera o Lapses-Homes y Lapses-dones (2011), o piezas en vivo como Deserts, que fue escenificada en Caixa Fòrum (2009) o Frontera-en vivo en La Caldera (Centre de Creació de Dansa i Arts Escèniques, 2010).


Toni Mira ha explicado las fases de trabajo de cada una de las ediciones de este proyecto, que se iniciaban siempre con una primera etapa de resolución del tema burocrático y de producción previa extensa y compleja, debido a la singularidad del ámbito en el que los talleres tenían lugar. Más tarde, se entraba en contacto con los monitores y educadores de los centros, y se informaba de una convocatoria que era “abierta a todos, sin ninguna exigencia física”, con el único requisito del compromiso de asistencia a la actividad, una vez iniciada. Según Mira se trataba, a partir de esta etapa, de “un proceso muy parecido a cualquier otro que yo pueda hacer con mi compañía o con compañías de fuera, con la única diferencia de las técnicas con las que se trabaja, pero nada más”. Cada proyecto consistía en trabajar un número fijo y regular de horas y de días a la semana, “con una primera parte de calentamiento, y una segunda de taller y de creación”, en la que las ideas surgían en su mayor parte de los internos, quedando la dirección en manos de los miembros de Nats Nus Dansa.

Para Mira, una de las claves de estos proyectos es que, en un ambiente de reclusión, el espacio puede transformarse con la danza: “ese espacio de reclusión, durante un par de horas es un espacio de absoluta libertad, porque a lo largo de cada sesión uno es libre de moverse y de emocionarse como quiera”. La danza transforma los espacios, y la experiencia de la danza deja una honda huella en los cuerpos que la practican. Esos cuerpos, a su vez, viven una cotidianidad immersa en situaciones muy extremas. Y esa intensidad se refleja en los movimientos, cuando se empieza a bailar.