SpecialGuest_01 by liquidMaps: entrevista a Marcial Muñoz por Ane Muñoz.




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“Nunca he tenido la necesidad de ser el moderno de la ciudad, pero sí de crear identidades propias”

Es el espacio más rompedor de la ciudad. Noventa Grados sorprende ya desde fuera, a través de sus enormes ventanales y su original puesta en escena. Desde que abrió sus puertas hace ya nueve años, se ha comprometido no sólo en traer a Donostia las tendencias más exquisitas, sino también en potenciar la cultura de vanguardia, el arte en todas sus formas de expresión. Detrás de este proyecto, una persona inquieta, con una vida sorprendente, basada en buscar lo que desea a través de lo que no quiere. Trabajador, intuitivo, observador. Una hora de intensa conversación fue suficiente para comprender que Noventa Grados es… Marcial Muñoz. 

 

Texto: Ane Muñoz. Stylo by Noticias de Gipuzkoa

Foto: Esti Veintemillas

http://stylo.noticiasdegipuzkoa.com

 

Naciste en Madrid, pero eres de ascendencia manchega. Sara Montiel, Pedro Almodóvar… ¿qué tiene La Mancha que da a luz a tantísimos genios?

No lo sé, supongo que será la energía de los molinos de viento. Es una zona con cerros, donde hay muchísimo viento y los terrenos son pedregosos… No sé si será por eso.

¿Qué te une a esa grandeza manchega? ¿Vuelves a menudo a Campo de Criptana?

He vuelto, claro. No voy muy a menudo, pero de vez en cuando me gusta recorrer mis orígenes. Mis padres son de allá, de Campo de Criptana. Además, hoy que hacemos la entrevista, tengo que recordar a mi ama, que falleció el pasado día 2 de junio, hace pocos días. La verdad es que hay un momento en la vida, cuando eres más crío, en el que parece que los orígenes te preocupan menos. Pero ahora a mi me gusta ir, ver dónde corrí de pequeño con mis tíos, ver un poco los viñedos, las zonas de olivos… Son espacios muy diferentes a los que tenemos aquí y aunque cuando voy conduciendo diga “qué maravilla llegar al País Vasco”, la verdad es que La Mancha tiene mucho encanto, mucha energía.

Hablas de cuando corrías de pequeño con tus tíos y la verdad, personalmente, me cuesta muchísimo imaginarte de niño.

Era un niño muy inquieto, muy observador, salseaba en todo lo que podía. Si había que ir a la huerta, iba e intentaba aprender lo que estuviesen haciendo mis tíos o mis abuelos; si había que ir a la panadería, lo mismo. Siempre estaba decidido a salsear, a probar muchas cosas. Creo que no he sido muy hablador, pero sí muy observador.

Ya cuando tuviste más capacidad de razonar, decidiste ser carnicero. Cuéntame esto, por favor, que me tiene muy intrigada.

Bueno, decidir, no lo decidí. Lo de los estudios no era mi fuerte, la verdad. Imagínate, que me puse a estudiar electrónica… Pero, si hay una cosa que he tenido la fortuna de tener, es la capacidad de saber lo que no quiero. A veces en la vida saber lo que quieres no es fácil, pero saber lo que no quieres sí. Así que al darme cuenta de que lo que estaba estudiando no me gustaba, con 14 años abrí mi propia empresa, ayudado por mi padre. El tenía una carnicería en una galería comercial, en un mercado, y se quedó libre un puestecito al lado del suyo. Igual aquí suena raro, peor en Madrid todas las zonas del hígado y así, los despojos se dice, se venden en espacios diferentes a la carnicerías. Y entonces, ayudado por mi padre, monté mi puesto. Nos levantábamos a las cinco de la mañana, íbamos al mercado, hacíamos las compras para la carnicería… Así que empecé como carnicero por lo que te decía antes: no quería estar sin hacer nada, quería ser independiente (relativamente, claro, porque tenía 14 de años), no quería estar en casa a verlas venir, sin ayudar a la familia. Así que, me dirigí por ahí.

Dime qué posibilidades de creación, de imaginación, de sensibilidad existen en una profesión como la de carnicero.

Yo creo que, no solamente en la profesión de carnicero, sino en cualquiera, existe esa posibilidad. En cualquier profesión tienes que creer en lo que haces y que te guste, que te motive mucho. Y entonces, cualquier cosa podemos hacerla bien.

Pero llegó un momento en el que cambiaste de rumbo: dejaste la carnicería. ¿Con qué intención? ¿Tenías claro entonces lo que querías o aún necesitabas buscarlo?

No, no lo tenía claro. Mientras yo estaba en la carnicería, mi hermana Carmen se puso a estudiar peluquería. Le encantaba, disfrutaba muchísimo, tenía pasión. Al mismo tiempo, yo siempre, desde recién nacido, me había criado entre vestidos, telas, patrones, hilos y agujas, porque mi madre era modista y tenía un taller con siete u ocho personas. Lo de la carnicería fue algo circunstancial, para tener un trabajillo y tranquilamente, ir viendo dónde quería desenvolverme yo. Así que, llegó un momento en el que me planteé si hacer algún curso de diseño de moda, ya que lo había vivido desde niño, o uno de peluquería, que lo había conocido a través de mi hermana. Y tiré por lo último. Y fue empezar y los profesores empezaron a decirme que “parece que tienes un don, se te da muy bien, asimilas muy rápido lo que te decimos…”. En realidad, yo no creo que fuera mi cerebro, eran mis manos las que lo entendían. Así que fue fácil, y pensé que si el enfoque iba bien, seguiría por ese camino. Y ya no probé nada más.

¿Qué tal se lo tomaron en casa? ¿Fue fácil?

Hombre, quizás hubo un pequeño disgusto porque decían “ya con la edad que tienes, 14-15 años, tienes un negocio con la ayuda de papá, puedes casi sacarte un sueldo, y que lo dejes es una pena”. Además, mi padre era carnicero, de vocación: su padre también lo era, mi tío también, mis hermanos Pedro y Grego también… ¿Por qué no seguir yo? Bueno, pues porque quizás yo tenía una sensibilidad más por el arte, por la estética. Y aunque fue un momento de disgusto, fue muy fácil, porque en casa uno de los valores más importantes que nos han inculcado es “hagas lo que hagas, hazlo bien, sé independiente y búscate la vida”.

Así que dirigiste tu vida al mundo de la peluquería.

Sí, me enfoqué de lleno.

¿Te quedaste en Madrid?

Me quedé en Madrid. Trabajé en una gran peluquería que yo creo que seguirá todavía: Graciela y Juan Carlos. En aquel momento, en el mundo de la peluquería había muchos más concursos y ellos habían ganado un montón a nivel mundial. Además, estaba en una de las zonas más exquisitas de Madrid, en el Paseo de la Habana. Mi entrada fue muy graciosa. Primero, porque sin terminar la academia, hubo un problema con ella y la cerraron, así que, no tenía título ni lo tengo todavía. Pensé que ya me lo sacaría, pero como las leyes, hasta hoy, no te lo exigen ni siquiera para abrir una peluquería, creí que sería más interesante trabajar. Así que, con 16 añitos, cogí y me presenté ante estos grandes peluqueros como estilista. Me hicieron la prueba, me vieron coger el peine, hice una permanente, un corte de pelo, y al terminar, se reunieron conmigo y me dijeron: “hombre, como estilista no estás preparado, pero si quieres puedes empezar de champunier”. Y así empecé, lavando cabezas, como debía ser además. Una de las cosas que aprendí en esta peluquería, con el nivel de clientela que tenia, fue a posicionarme   delante de ese tipo de gente. Me acuerdo porque mi primer toque de atención  fue porque estaba en el lavacabezas y le dije a una compañera gritando “¿me traes una toalla que se me han terminado?”. Bueno, te puedes imaginar. Se giró de golpe toda la peluquería a mirarme, como diciendo: “¿estás loco?”. Así que aprendí muchísimo, cosas que van más allá de la mera profesión.

Y, después, te fuiste.

Sí. Estuve en Madrid hasta los 17 años, porque salí excedente del cupo de la Mili. Me libré. Y entonces, decidí irme a vivir a Barcelona.

¿Qué encontraste en Barcelona?

Una de las cosas que mis padres nos han inculcado ha sido la de ser independientes y desarrollarnos como las personas que somos, como la sentimos.  Así que yo, con 18 añitos, decidí irme a Barcelona, no sólo por una cuestión de aprendizaje laboral si no también cultural. Porque lo madrileños no son iguales que los catalanes, ni los catalanes iguales que los vascos. Así que, fue una forma de aprender una nueva cultura. ¿Y qué te enseña todo eso? Pues a ser más tolerante desde muy joven, a darte cuenta que aunque tú creas que sabes mucho, no sabes nada. Lo que aprendí fue eso: otras formas de pensar adaptándolas a mi trabajo. Por eso siempre cambié mucho de peluquerías. No sólo era importante cambiar de ciudad, sino también de espacios de trabajo. Unos te aportan un tipo de conocimiento, otros te muestran lo que no quieres ser, etc.

¿Cómo llegas a Donostia?

Había hecho unos ahorrillos en Barcelona para irme a vivir a Milán. Me hubiera encantado ir a Londres, pero llevaba fatal el inglés, así que, mi opción era Milán. Sin embargo, en un verano loco en el que me acaba de sacar el carnet, decidí que esos ahorrillos los iba a disfrutar. Casualmente, unos buenos amigos de Donostia, que lo siguen siendo todavía, vinieron a Barcelona a un concierto y a la vuelta, me vine con ellos. Fue un fin de semana, pero a la semana siguiente hice la maleta y me planté aquí. Me vine a vivir aquí.

¿Por qué ese arrebato?

Quizás porque, de las tres ciudades donde había vivido, Donostia fue en la que más me encontré conmigo mismo. Cuando llegué me di cuenta de que mi carácter se identificaba mucho con el carácter vasco: por la capacidad de lucha, de creer en lo que haces, de independencia. Soy muy extrovertido, pero a la vez  también me gusta el silencio. Fue como una sinergia. Me sentí en casa.

¿Cómo fueron los primeros años?

Empecé a trabajar con Lola en su peluquería, que estaba en un centro comercial que había antes en la calle Arrasate. Lola se quería jubilar y me dijo: “Marcial, vamos a trabajar juntos unos meses a ver qué tal y si te apetece luego, te quedas tú con el negocio”. La verdad es que yo no pensaba en tener un negocio otra vez, pero fue otra de esas cosas en mi vida que vino rodando. Así que, Lola se jubiló y me quedé yo con la peluquería Metro. A partir de ahí, dos años después, ya con 23 años, al ver que estaba contento y que seguía queriendo vivir en Donostia, pues tuve la inquietud de crear mi propio espacio. Y así nació Marcial Muñoz Peluquería, en la calle Bergara.

Por cierto, que para aquella época, ya se trataba de un espacio inusual, porque hasta entonces las peluquerías no tenían grandes ventanales a través de los cuales podía verse lo que estaba pasando dentro… ¿Por qué ser rompedor hasta en el concepto?

Yo creo que fue la valentía que te dan los 23 años, también la inquietud por crear tu propio espacio y la libertad de no tener esquemas marcados, estereotipos, sobre Donostia. El no pensar “esto en Donostia no va a funcionar”. Me olvidé de lo que era la ciudad y me enfoque en lo que yo quería ser. Así que, junto a Enrique Guinea, apostamos por introducir el diseño en la decoración, en el propio espacio, eso fue lo primero. Quitamos los carteles promocionales de las marcas, para crear la nuestra. Viajaba a Londres y traía revistas internacionales especializadas en moda, tendencias, diseño… Y por supuesto, estaba el gran escaparate, a través del que se veía continuamente lo que estábamos haciendo. Y es verdad que fue muy criticado y que había clientas que me decían que les daba apuro que les vieran, pero… Es que en esta peluquería era así, y no íbamos a cambiar. Creo que los negocios hay que hacerlos para uno mismo, no para los demás. Y lo peor que te puede pasar es que por agradar a tres de tus mejores clientas, pierdas tu rumbo. Por otro lado, el tipo de peluquería que hicimos, por muy moderna que pareciese, era para todo tipo de gente. Como lo es ahora. Aquí lo mismo viene un bebe recién nacido para que le pasemos la maquinilla y su abuela o bisabuela a peinarse. Nunca he pretendido ser el moderno de la ciudad, no he tenido esa necesidad. Pero sí he tenido la necesidad de hacer sentir bien a las personas, de crear identidades propias, dentro de las tendencias, que por supuesto hay que seguir.

La calle Bergara era en aquella época un hervidero de tendencias. Marcial Muñoz, Auzmendi…

La verdad es que tuve la suerte de estar al lado de Auzmendi. Y bueno, parte de lo que soy sin duda se lo debo a personas como Santi Auzmendi, que lamentablemente nos dejó también hace poco. Santi le dio sentido al mundo de la estética, de la belleza y de la empresa.

Llega un momento en el que la peluquería de la calle Bergara se queda pequeña para lo que buscabas, y entonces decides abrir este espacio que es Noventa Grados.

Creo que algo que me caracteriza es que siempre me ha importado mucho imprimir valores al negocio. En realidad, la otra peluquería no se quedó pequeña. Éramos muchos, teníamos mucho trabajo, pero lo que me preocupaba era seguir imprimiendo valores: disfrutar del trabajo, hacer labores sociales (de hecho, colaboramos con Atzegi y una de nuestros miembros del equipo, Cristina, una gran profesional que nos aporta muchísimo, que es el alma de Noventa Grados, es una persona con discapacidad intelectual), enriquecernos a nosotros mismos y a la ciudad con cosas externas como la cultura, o el arte en todas su formas de expresión… Así que, cuando ya habíamos pagado todos los créditos de la peluquería de la calle Bergara, cuando por fin mi situación económica empezaba a ser buena, estable, tuve la brillante idea de volver a empezar de cero con Noventa Grados. Y apareció este local maravilloso donde he podido aunar en un mismo espacio todo lo que más me gusta: la ropa, los zapatos, el mundo de los desfiles, las joyas, los complementos, los bolsos, la peluquería, el arte, la cultura…

Se puede decir entonces que Noventa Grados es Marcial Muñoz.

Noventa Grados es absolutamente Marcial Muñoz. Pero siempre, teniendo en cuanta que soy lo que soy gracias al gran equipo que tengo. Siempre me he apoyado mucho en ellos. Y eso que soy un poco puñetero, porque tengo que estar siempre pendiente de todo, pero confiando en el equipo. Me gusta aprender de ellos, que me enseñen cosas. Y creo que las normas están para cambiarse, porque si no siento que estamos anclados. También creo y defiendo que los pequeños detalles son los que nos hacen grandes.

Ser estilista es una cosa, pero ser un cazador de tendencias otra muy diferente. ¿Cuál es tu criterio para eso?

La intuición. Es algo que me caracteriza y que creo que heredé de mi madre. La intuición y el gusto es algo que he ido educando, pero que llevo en los genes gracias a ella. Y después, están esos 30 años de profesión. Pero como la intuición nunca me ha fallado, siempre me dejo llevar por ella. Por supuesto, hay veces que te equivocas, pero siempre estás a tiempo de rectificar. Hay que seguir buscando y observando para saber qué quieres, y descartar lo que no quieres. Al final, la intuición te arrastra a las cosas casi como un imán.

Cuál es tu momento actual.

Creo que los sueños hay que vivirlos despiertos. Tengo la fortuna de haber hecho realidad la mayoría de ellos a nivel profesional, porque a nivel personal hay cosas que se quedan en el camino. Pero estoy cumpliendo mis expectativas. Con 47 años que tengo, 30 de carrera, me siento sereno. Sigo sabiendo lo que no quiero y descubriendo o buscando lo que quiero.

¿Y de cara el futuro?

Quiero seguir vendiendo y defendiendo nuestra idea. Seguir sorprendiendo a la gente cada vez que entran a Noventa Grados. Las ciudades necesitan corazón, espacios únicos y auténticos que definan cultura de vanguardia, creer en los grandes creadores de la moda, diseño, perfumería, peluquería, joyería… Soy consciente de que no siempre es accesible para todo el mundo o que puede parecer un mundo frívolo, pero sin ellos o sin negocios que apuesta por ellos, la moda moriría, la inspiración moriría.

 

 

 

Mil gracias a Ane Muñoz y Noticias de Gipuzkoa por cedernos esta entrevista!

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¿Y de cara el futuro?

Quiero seguir vendiendo y defendiendo nuestra idea. Seguir sorprendiendo a la gente cada vez que entran a Noventa Grados. Las ciudades necesitan corazón, espacios únicos y auténticos que definan cultura de vanguardia, creer en los grandes creadores de la moda, diseño, perfumería, peluquería, joyería… Soy consciente de que no siempre es accesible para todo el mundo o que puede parecer un mundo frívolo, pero sin ellos o sin negocios que apuesta por ellos, la moda moriría, la inspiración moriría.




Noventa Grados, Concept Store

Donostia-San Sebastián

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